No soy muy partidario de las “ideas clásicas”. Prefiero las arriesgadas pero muy bien pensadas y eso no todos los clientes lo ven claro.
Empezar por uno mismo es importante y este proyecto personal de 2005 es un claro ejemplo de ello.
Extracto de las instrucciones que llevaban en su interior las cápsulas:
“De pequeño siempre tuve el sueño de lanzar al mar una botella con un mensaje y comprobar hasta donde llegaba.
Dentro de la cápsula que has recibido hay una cámara de fotos desechable que permite realizar 24 fotografías; haz una, la que quieras, a quien quieras y como quieras.
El cuaderno que tienes en las manos es para que escribas también lo que desees, tus reflexiones, tus comentarios, o algo que necesites “soltar” por que ya no tiene sitio en tu cabeza.
Después entrega la cápsula a una persona que, como tú y yo, siga creyendo en los sueños.
Con un poco de suerte, tras haber recorrido muchos kilómetros, regresará a casa, sana y salva, cuando se acabe el carrete.
Si crees que las botellas con mensajes merecen regresar a quien soñó con su vuelta… si tú también piensas que todo el mundo tiene algo que contar: ¡gracias!”
Recibí una carta de un emocionado portador que me la envió desde New Jersey, agradeciendo la ilusión que le había hecho recibirla desde Holanda y describiendo todo el periplo que hasta ese momento había recorrido desde mi estudio. ¡Casi nada!
Una de las “botellas” que regresó después de un viaje por Europa y norte de África.
Antártida fue lo más lejano a donde llegó una de las cápsulas a bordo del buque de investigación oceanográfica Hespérides (A-33) y tuve noticias de su portador que me informó por email.
Como era de imaginar, cuando los medios de comunicación se enteraron del proyecto, le dieron visibilidad nacional en 28 de ellos entre radio, prensa, tv e internet.