El cliente llegó con más de 12.000 euros gastados en prensa (hablamos de 1996) y preocupado porque no vendía los pisos al ritmo que deseaba. Normal el nerviosismo.
Posiblemente esa «desesperación» dejó la libertad de propuesta que aproveché con ese tipo de resultados que nunca llegas a imaginar.
Además de la consabida cena por todo lo alto y la generosa gratificación, una centralita de llamadas se colapsó, se vendieron todos los pisos y la empresa que llevaba años en el mercado sin crear marca, acabó siendo reconocida por sus anuncios en prensa.
Porque llegaron muchos más.